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¡Despierta!

“Hoy es un regalo, por eso lo llamamos presente

“Hoy es un regalo, por eso lo llamamos presente

La vida hay que vivirla en el presente, no puedes esperar “al mañana” para ser feliz. VIVE  sin prisas, todo llega, pero llega cuando tiene que llegar. ¿Sabes todo lo que te puedes perder esperando a que... obtengas un trabajo mejor, una casa, te cases, tengas hijos, crezcan, te toque la lotería, te compres un coche mejor, un barco y cuántas cosas más? Si una persona supiera de antemano que un hijo sólo viviría  quince, diez, cinco o sólo dos años, ¿te imaginas esos años?, no podría disfrutar de su compañía pensando que cada día que pasa es uno menos; sin embargo si no lo sabe de antemano, sí que podrá vivir esa experiencia plenamente, dure lo que dure. Si supieras que una relación de pareja tiene una duración limitada a unos pocos meses o años, ¿no querrías experimentarla?, ¿preferirías no vivirla o perder todos esos buenos momentos, al saber que no sería para siempre?  ¿preferirías acaso no llegar a conocer a esa persona o a ese hijo aunque fuera por un espacio limitado de tiempo? Enfócalo desde otro punto de vista, vive el presente, el momento y  siente gratitud sin más. Martín Schulman en su libro El Karma del Presente nos relata este cuento.

 

Dos monjes cruzaban un camino fangoso cuando se encontraron con una joven que estaba dudando en cruzar el camino por miedo a ensuciarse el vestido.  Uno de los monjes la cogió y la llevó a cuestas a través del camino fangoso.  El otro monje permaneció en silencio. Más tarde, esa noche, mientras  cenaban juntos, el monje que se había callado no pudo contener por más tiempo sus sentimientos. Reprendió a su amigo diciendo:

 “Ya sabes que los monjes no pueden llevar a cuestas a muchachas hermosas”. El otro monje permaneció en silencio por un momento y luego, mirando a su amigo, replicó: La dejé al margen del camino.  ¿Por qué tú la llevas aún?

Dos amigos adiestrados en la misma doctrina, con un mismo  propósito en la vida, pero que viven diferentes “ahoras”.  El monje que la ayudó a cruzar el camino y luego la dejó, no hizo del incidente más de lo que fue. Sin embargo el amigo incapaz de no darle a las cosas más importancia de la que en realidad tenía, no dejó de atormentarse por lo que el compañero hizo. No fue capaz de experimentar “simplemente” el ahora. No podemos arrastrar eternamente las culpas de lo que hicimos o no hicimos, de lo qué debíamos hacer o no debíamos hacer. El primer monje fue capaz de continuar el camino sin más, dando al hecho sólo su justa importancia, durante el resto del camino gozó del paisaje y de lo que el día le deparó. Demostró que era capaz de experimentar el “ahora”.

El segundo a pesar de todos sus estudios no es capaz de vivir el “ahora”. 

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