Blogia
¡Despierta!

CREACIÓN BABILÓNICA

La Creación Babilónica, al principio, antes de que se diera nombre a los Cielos y la Tierra, se mezclaron las aguas primordiales. De esta fuente creadora salen tres generaciones de dioses que conducen a Anu y a Ea (Enki en la mitología sumeria) Los jóvenes dioses son inquietos y estorban la paz de Apsu, su antepasado, que decide terminar con ellos. Este plan es desbaratado por Ea, que lanza un conjuro sobre Apsu para que caiga en un sueño profundo mientras Ea toma posesión de las profundidades acuáticas como dominio propio y vive allí con su esposa Damkina. Ésta da a luz a Marduk, cuyo vigor molesta al consorte de Apsu, Tiamat. Incitado por otros dioses mayores, se prepara para dar batalla a Marduk, y  reúne una hueste de monstruos y serpientes encabezada por su hijo Kingu. Como Ea no consigue imponerse con sus poderes mágicos a su hueste, apela a Marduk para que entre en lucha. Marduk acepta, con la condición de que, en caso de que él venza, tendrá poder absoluto sobre los dioses. Se acepta la condición, y él se dota de armas imbatibles, incluidos los siete vientos. Desencadena una tormenta y carga contra Tiamat, a quien captura en su red y lo inmoviliza con ayuda de los vientos. A continuación acorrala al ejército en fuga y atrapa a Kingu, de quien obtiene las Tablillas del Destino. Parte en dos el cuerpo tendido de Tiamat, cuya parte superior coloca arriba para formar el cielo, completo con estrellas y planetas. La parte inferior se convierte en la tierra y el Tigris y el Éufrates fluyen de la cuenca de sus ojos. Cielo y tierra están separadas por sólidas columnas. Las Tablas del Destino las entrega a Anu para que las ponga a salvo, y a partir de entonces entra a formar parte oficialmente de la asamblea de dioses. Kingu, acusado de haber promovido la revuelta, es ejecutado y con su sangre y arcilla Ea crea al Hombre, a quien le impone la obligación de estar al servicio de los dioses, lo cual libera a los dioses Annunanki de toda tarea. En agradecimiento éstos construyen un santuario para Marduk, que él llamará Babilonia.

Poema de Gilgamesh, (es el joven rey de Uruk, antigua ciudad de Mesopotamia, tiene dos tercios de dios y uno de ser humano) importante obra literaria sumeria, escrita en caracteres cuneiformes sobre doce tablillas o cantos de arcilla alrededor del año 2000 a. C. donde en la tablilla número once es relatada la historia del diluvio. Utnapishtim es un habitante de la ciudad babilónica de Shurrupak. Recibe un mensaje del dios Ea según el cual está a punto de desencadenarse un diluvio. Ea le indica que construya una barca, y le da las medidas exactas. Cuando el navío está listo, embarca a su familia y también carga en él plata y oro y todas las especies de criaturas vivientes. En el momento convenido, los diques se rompen suben las aguas subterráneas y empieza a llover. La tormenta es tan violenta que hasta los dioses se encogen. Al séptimo día, el diluvio remite y cuando Utnapishtim mira afuera por una rendija, se da cuenta de que el barco ha encallado. Suelta una paloma, pero al no encontrar ningún lugar donde posarse regresa al navío. Una golondrina no tiene más suerte, de modo que al final suelta a un cuervo, que no retorna a la barca. Utnapishtim desembarca con su familia y realiza un sacrificio, haciendo libaciones y quemando incienso. “Los dioses, al percibir el dulce aroma, acuden en torno al sacerdote y su ofrenda”. La diosa madre llega afligida por la aniquilación de sus criaturas y jura no olvidar lo sucedido. Culpa a Enlil (dios del viento) de la casi total erradicación de humanidad; aunque Enlil está furioso porque una familia humana ha conseguido escapar del diluvio, Ea aplaca su ira y confiesa que ha sido él quien instruyó a Utnapishtim para que escapase. Enlil, ya más tranquilo, bendice al héroe del diluvio y a su esposa y les concede vida eterna. De nuevo encontramos similitud con el diluvio descrito en la Biblia (Génesis).

0 comentarios