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CONSTELACIÓN DE LEO

CONSTELACIÓN DE LEO

Los astrónomos antiguos veían el brillante grupo de estrellas que están encima de Leo como la progenie natural del poderoso león y lo llamaron Leo Minor, el Cachorro del León. El león tiene un gran apego a sus cachorros, a los que lame y acaricia, mientras ellos le arañan y mordisquean con su juvenil entusiasmo. La constelación del Cachorro del León enfatiza las costumbres leoninas, pero las suaviza con su naturaleza juguetona. El amor a los hijos es lo que irradian estas constelaciones, lo cual será más enfatizado todavía por la Osa. Muy por encima del Cachorro está el cuerpo de una de las constelaciones del norte más conocidas, Ursa Major, en ocasiones llamada el Carro. Calisto, el nombre griego de Ursa Major antes de su transformación sideral, era una cazadora del cortejo de Artemisa y, como tal, había hecho voto de castidad. No obstante, cuando Zeus vio a esa virgen, se enamoró de ella al instante y, disfrazado de Artemisa, logró seducirla. Cuando su preñez saltó a la vista, Calisto fue arrojada de las castas filas de Artemisa y abandonada a merced de la celosa Juno, esposa de Zeus. Como era de esperarse, en vez de vengarse en su poderoso marido, Juno buscó venganza en la muchacha y, en un arranque de crueldad, transformó a Calisto en una gran osa parda y la echó a los bosques para que allí se ganara la vida. El hijo de Calisto, Arcas, creció hasta llegar a hombre; a él le encantaba la caza. Un día, de acuerdo a lo que Juno había preparado, se encontró con su madre, la osa. Calisto reconoció al instante a su hijo con la flecha ya armada en el arco tendido y listo para matarla.  Temerosa de que Juno pudiera idear algún nuevo engaño para perjudicar a su hijo, valientemente se mantuvo inmóvil y se dispuso a morir con tal de no revelar su identidad. Juno, por supuesto, se divertía, pero Zeus intervino y transformó a ambos, madre e hijo, en constelaciones; ella es la Osa Mayor y él, la Osa Menor. Esta última constelación se halla entre las zonas de Libra y Escorpio. Calisto da la grandeza al amor materno, es una constelación de ideales y amor a la humanidad. Un gran vaso de oro, conocido como Crater, flota en el cielo por debajo de Leo. Algunos lo llaman el vaso de Apolo o de Helios (el Sol). De noche, según se dice, Helios, habiéndose retirado ya del cielo, flota en el vaso hacia el oriente sobre la gran corriente u océano hasta que llega a su palacio, desde el cual vuelve a iniciar su diario recorrido.

Muchos dioses y criaturas, inclusive Hércules, han buscado esta fabulosa copa porque es el símbolo de las riquezas y de los bienes. Algunos dicen que no tiene fondo, al igual que la copa de Mercurio y que, constantemente, renueva su contenido en beneficio de su afortunado dueño. Puede indicar tanto un foso sin fondo de apetitos y adquisiciones como un verdadero cántaro de luz que despliega energía vital sin fin.  Hércules, quien en una ocasión tuvo la osadía de embarcarse en la copa de Apolo y cruzar en ella el Gran Océano, se vio violentamente zarandeado por una tempestad y casi se ahogó a causa de su atrevimiento. Ese navegar en el océano puede  simbolizar el poder desplegar el sentimiento sin desequilibrarse (hundirse).  El brillo de esta copa solar puede ser tanto para lo espiritual como para cegarse con la materia, con respecto a los nativos del León. El sextante (Sextans) está cerca de Crátera, siendo su fin como instrumento el medir la distancia angular, especialmente la del Sol a mediodía, para determinar la latitud y la longitud. Es la ubicación de la persona en el Universo, entendiendo su papel vital en el Plan Cósmico, pero sólo el Iniciado puede mirar largo tiempo al Sol sin quedar ofuscado. El vientre de la Hidra, un poco más abajo, da el peligro de los apetitos exagerados, pues está lleno de infortunadas víctimas, hasta Hércules tuvo grandes dificultades para doblegar al monstruo. Al sur de la porción de Leo está Antlia, la Bomba de Aire o el Fuelle, que quizás sea la “bolsa de los vientos” que le entregaron a Ulises en la Odisea. Según relata Homero, Eolo, un dios celeste, encerró los rugientes vientos en una bolsa para que Ulises pudiera usar su contenido para impulsar la nave por medio del chorro que de ella escapaba. Pero los miembros de la tripulación no sabían lo que tenía la bolsa y, arrastrados por una enorme avaricia, pensaron que estaba llena de oro y plata, decidieron abrirla y dividirse el botín,  pero cuando lo hicieron, los vientos saltaron y, al instante, una tormenta los arrastró al mar. Los marineros mercenarios pagaron cara su curiosidad y tuvieron que impulsar la nave a fuerza de remos por el mar abierto, para dolor de sus espaldas. En los nativos de Leo, Antlia, el Fuelle, es capaz de avivar el fuego de la acción y de la espiritualidad, así como el de la ambición y la imprudencia. La Vela de la nave Argos está en parte en este sector, lo cual habla de una gran fuerza de arrastre y de trabajo.

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