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¡Despierta!

ABUELOS

ABUELOS ¿Os habéis planteado alguna vez cómo será vuestra vejez? ¿Cómo pasareis los últimos años de vuestra vida? Para qué preocuparse por algo tan lejano, ¿verdad?  Pues yo os digo que el tiempo pasa volando, casi en un suspiro, diría yo. Sabemos  que el organismo se deteriora a pasos de gigante, y que sin apenas darnos cuenta llega la decadencia física, convirtiendo en “mayores” no sólo a nuestras personas queridas, sino a nosotros mismos. Ni en nuestros peores sueños pensamos que nuestro futuro sea el del abandono, el de la soledad, el de la intolerancia, el que a nadie le interese lo que podamos contar por haberlo contado ya repetidas veces sin acordarnos de haberlo hecho antes, el no tener con quién hablar para contar lo que nos parezca importante aunque no lo sea para los demás, el del desagradecimiento de los hijos después de haber dado “casi” la vida por ellos. No. Por supuesto que no. A nosotros esto no nos pasará, porque nos hemos portado muy bien con nuestros hijos, les hemos lavado, les hemos dado de comer, hemos cubierto sus “necesidades” muy por encima de nuestras posibilidades, les hemos dado el dinero que estaba destinado para nuestro bienestar futuro sin apenas dudarlo, les hemos ayudado en todo lo que nos han pedido, en fin, les hemos entregado un amor incondicional. ¿No sería todas estas acciones una pequeña garantía de obtener una vejez feliz y acompañada? Y, yo me pregunto. ¿Es que ellos no lo han hecho por nosotros? Estoy segura que la mayoría de los padres, sobre todo madres, nos han querido mucho y han hecho por nosotros lo mejor que han sabido y podido. Qué memoria tan frágil tenemos a veces. Nunca he creído que los vínculos que unen a la familia sea el de la sangre, sino el del respeto y la generosidad mutua. No creo en los lazos de sangre, no existe “obligación” de querer a una persona por pertenecer a tu familia sólo  por el hecho de serlo, sino por sus actos. Pero querer es una cosa y deber otra, y yo creo que tenemos un “deber” hacia nuestros mayores, independientemente de nuestros sentimientos hacia ellos y de cómo se hayan portado con nosotros. Nunca debemos dejar de atenderles, sobre todo en la última parte de su vida; considéralo una obligación ineludible;  ellos lo hicieron contigo, y si no lo hicieron es su problema no el tuyo, tú sí debes hacerlo. Aún sabiendo la  gran diferencia que existe entre el amor y el deber, también encontrarás satisfacción en el “deber”. Jorge Cafrune en fragmentos de Martín Fierro canta así: La cigüeña cuando es vieja pierde la vista y procuran en su edad madura cuidarlas sus hijas pequeñas, aprendan de las cigüeñas este ejemplo de ternura. Este artículo no tiene otro propósito que intentar que se medite un poquito sobre este doloroso tema del abandono de nuestras obligaciones para nuestros mayores, tengamos respeto, tolerancia,  paciencia con sus manías y achaques, escuchemos lo que tienen que contarnos, no desaprovechemos su experiencia, tienen un bagaje importante para transmitir. Cantinflas dijo en una de sus películas: “Los dichos de los viejitos, son evangelios chiquitos”, y al igual que  los niños, están indefensos y desprotegidos si no tienen a nadie que se preocupe por ellos. Piensa que un día no creas tan lejano serás tú el posible protagonista de una artículo como este. Haz lo que puedas por ellos. Un padre le dice a su hijo, ve a la cuadra y tráeme la manta del caballo, ¿para qué papá? es para el abuelo, le voy a llevar a un asilo, con la manta pasará menos frío. El hijo coge la manta y con unas tijeras la corta por la mitad. ¿qué haces?, le dice el padre. El hijo contesta, estoy guardando la otra mitad para cuando yo tenga que llevarte  a ti al asilo papá. Feliz cumpleaños, Mamá.

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