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¡Despierta!

BUSCANDO A BUDA

BUSCANDO A BUDA

Muchas veces pensamos que nuestra vida no tiene sentido, o por lo menos no el sentido que nosotros quisiéramos. Olvidamos cual es la misión que hemos venido a cumplir, y vemos cuando nos marcamos un objetivo, que el tiempo pasa y nos parece que nunca llegamos a alcanzarlo, hasta que nos damos cuenta que el verdadero objetivo es simplemente vivir cada día resolviendo las situaciones que se nos presenten con la mejor animosidad posible. Nuestro espíritu siente que va pasando el tiempo y la meta deseada parece que nunca llegaremos a cumplirla, que  nuestros propios sueños siempre se ven impedidos por algún obstáculo. Pero el cuento del monje que buscaba a Buda, nos enseña cuan ingenuos somos al no entender que al perseguir una meta que creemos es el hecho principal en nuestra vida, debemos andar “un camino” no siempre recto, pero que al final con sus trechos rectos y sus curvas, sin darnos cuenta llegaremos donde debemos ir y, nos damos cuenta que el hacer “el bien” siempre tiene premio. Tres monjes buscaban afanosamente encontrar a Buda y, juntos emprendieron su marcha tras él. Querían oír de su propia boca sus enseñanzas, querían estar cerca de él, verlo, tocarlo, pensaban que si perdían esta ocasión jamás tendrían otra oportunidad igual, ya que les habían dicho que Buda estaría en una ciudad próxima. Emprendieron la marcha pero les sorprendió una tormenta y un bondadoso pastor les dio refugio; al día siguiente, los monjes ansiosos reemprendieron su marcha, pero el tercero, quizás por su juventud, iba casi siempre rezagado y se dio cuenta que la tormenta había dispersado el rebaño del bondadoso pastor y que él solo nunca podría reunirlas. Así que el joven monje se quedó y ayudó al pastor a reunir su rebaño, hecho que le retrasó tres días. Cuando emprendió la marcha los otros monjes estaban ya lejos, y siguiendo sus huellas pasó por una granja donde una mujer le dio de beber, al mismo tiempo que le contaba que se había quedado viuda con tres hijos pequeños y no sabía cómo hacer para recoger su cosecha a tiempo. El monje se compadeció de la mujer y aún a riesgo de perder la pista a Buda, decidió ayudarla en esa ardua tarea que duró muchos días. Cuando terminó, el monje pensó ¡Por fin! si ando más deprisa quizás alcance a mis compañeros. Unos lugareños  le dijeron que Buda se dirigía hacia una ciudad cercana y, presto fue tras él. Pero al pasar cerca de un río, oyó pedir auxilio a una pareja de ancianos que se habían caído de su barca, les ayudó a salir del agua, les abrigó y les buscó comida, y cuando ya estaban recuperados, siguió su marcha. Y, así fueron pasando los años, siempre encontraba a alguien en apuros y, siempre su bondadoso corazón le hacía retrasar lo que más deseaba ayudando a los demás. Finalmente supo que Buda iba a estar en Vaishali, ciudad que eligió Buda para morir, apenas a unos pocos kilómetros de donde se encontraba; así que recogió sus pocas pertenencias y rápidamente se dirigió hacia donde creía iba a encontrar por fin a Buda con la firme decisión de no volver a detenerse por nada. A la entrada de la ciudad, junto a un árbol, se topó con un ciervo herido, le miró y se dijo no puedo auxiliarle, si lo hago perderé esta última oportunidad; pero por otra parte ¿cómo presentarme ante Buda sabiendo que el perro morirá si no lo cuido? Dio apenas unos pasos y retrocedió, su alma nunca viviría en paz si le dejaba. Así, le lavó sus heridas, le dio de beber, de comer, le abrigó, le cuidó y veló su sueño; a la mañana siguiente el perro se había recuperado. El monje lloró desesperadamente al ver que había perdido su última oportunidad, nunca podré encontrarle dijo. No sigas buscándome, porque me has encontrado, en ese momento la figura del perro se llenó de luz y tomó la forma de Buda. Nunca me hubieras encontrado si no hubieras auxiliado a este perro. Mientras haya almas como la tuya, sacrificando sus deseos por ayudar a los demás, siempre estará vivo el Espíritu de Buda. Y, así, sin saber que día a día estaba alcanzando su meta, su meta alcanzó a este bondadoso monje.

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