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¡Despierta!

LEYENDA SIOUX del AMOR

LEYENDA SIOUX del AMOR

Existen miles de aforismos sobre el amor:  el escritor francés, Antoine de Saint-Exupery (1900-1944), autor del famoso libro El Principito, decía: amar no es mirarse el uno al otro; es mirar juntos en la misma dirección. El escritor italiano Giovanni Papini, (1881-1956), decía:  hay quien tiene el deseo de amar, pero no la capacidad de amar. Son sólo dos ejemplos, pero a mí el texto sobre el amor que más se acerca a un amor evolucionado es el escrito por Jalil Gibran (1883-1931) en su libro El Profeta en 1923. 

“Dejad que en vuestra unión crezcan los espacios. Amaos el uno al otro, pero no hagáis del amor una prisión. Llenaos mutuamente las copas, pero no bebáis de la misma. Compartir vuestro pan, pero no comáis del mismo trozo. Cantad y bailad juntos, alegraos, pero que cada uno de vosotros conserve la soledad para retirarse a ella a veces. Hasta las cuerdas de un laúd están separadas, aunque vibren con la misma música. Ofreced vuestro corazón, pero no para que se adueñen de él. Permaneced juntos, pero no demasiado juntos. Porque los pilares sostienen el templo, pero están separados. Y ni el Roble ni el Ciprés crecen uno a la sombra del otro.”   

Y lo mismo nos viene a decir este relato de los indios Sioux.

Cuenta la leyenda, que tomados de la mano se acercaron dos jóvenes enamorados a la tienda del viejo brujo de la tribu para pedirle sus sabios consejos. Él dijo: nos queremos. Ella dijo: nos queremos casar. ¿y cuál es el problema, dijo el viejo? Nos queremos tanto que tenemos miedo, queremos que nos hagas un conjuro para que nuestro amor dure eternamente, que estemos juntos hasta la muerte. ¿nos puedes ayudar?

Emocionado al verles tan jóvenes y tan enamorados, les dijo: puedo ayudaros, pero será una tarea difícil. No nos importa, haremos cualquier cosa dijeron a la vez los dos enamorados. De acuerdo. Jovencita, ¿ves aquel monte al norte de nuestra aldea? Debes escalarlo y sin más armas que tus manos y una red, deberás cazar un halcón fuerte y vigoroso y traérmelo con vida el tercer día después de la luna llena. Y, tu joven, deberás escalar la montaña del trueno. Cuando llegues a la cima encontrarás a la más brava de todas las águilas, deberás cazarla sólo con tus manos y como única ayuda una red. Tráemela con vida el tercer día después de la luna llena.

Los jóvenes marcharon ilusionados al pensar que el conjuro que haría el brujo les mantendrían unidos para siempre. Ella con dirección norte y él con dirección sur. El tercer día después de la luna llena, los jóvenes esperaban ante la tienda del viejo brujo con sendas bolsas con las aves. El brujo salió y les pidió que sacaran con sumo cuidado las aves. El joven preguntó: ¿y, ahora? ¿los matamos y bebemos su sangre? ¿los cocinamos y nos comemos su carne? ¡No! Dijo el brujo. Cojan las aves y atenlas entre sí por las patas con esta tira de cuero, cuando estén anudadas, suéltenlas y que vuelen libres. Los jóvenes así lo hicieron y soltaron las aves. Tanto el águila como el halcón intentaron volar, pero no consiguieron sino que revolcarse por el suelo; al poco, irritados por no poder desasirse  y volar, empezaron a atacarse mutuamente hasta lastimarse.

Este es el conjuro. Perplejos los jóvenes se miraban y, el viejo brujo dijo: jamás olviden lo que han visto, vosotros sois el águila y el halcón, si os atáis el uno al otro, aunque sea por amor, no sólo viviréis arrastrándoos, sino que tarde o temprano os lastimaréis el uno al otro. Si queréis que vuestro amor perdure.. volad juntos, pero jamás atados.

Dios Vuelve en una  Harley, de Joan Brady, es uno de los libros que más he obsequiado a mis amigos jóvenes y no tan jóvenes. Y como hago siempre que tengo oportunidad te digo: aficiónate a la lectura si aún no lo has hecho, ya que como dice un proverbio árabe, libros, caminos y días dan al hombre sabiduría. Este libro es ameno, de fácil lectura, te aportará “algo” que necesites saber, como en cualquier libro que leas. Éste en particular nos habla de que el camino hacia la felicidad empieza y acaba en nosotros mismos y que sólo cuando nos aceptemos  cómo de verdad somos, seremos capaces de amar.

 

 

 

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