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¡Despierta!

CONSTANCIA

CONSTANCIA

La diferencia entre lo posible y lo imposible es la fuerza de tu voluntad, y este relato da prueba de ello.

En una pequeña escuela rural un niño era el encargado de encender una vieja estufa de carbón con la que calentaban el aula. Para realizar esta tarea se levantaba temprano y era el primero en llegar a la escuela y así, cuando llegaban sus compañeros y la maestra el aula estaba caliente. Una mañana al llegar los niños, encontraron la escuela envuelta en llamas y al niño inconsciente. Fue llevado rápidamente al hospital con la mitad inferior de su cuerpo con graves quemaduras.

El niño semiinconsciente oía susurrar al médico que le decía a su madre que lo más seguro es que su hijo moriría y, que realmente sería lo mejor dado la importancia de las quemaduras. A pesar de oír estas duras palabras, el valiente niño decidió que no quería morir sino vivir. Y con sorpresa para el médico, sobrevivió. Con el peligro de muerte superado, el niño volvió a oír al médico decir a su madre que el fuego había dañado terriblemente las extremidades inferiores de su cuerpo y que estaría condenado de por vida a ser un inválido, porque no podría usar sus piernas. En ese mismo momento el niño decidió que no sería un inválido, que conseguiría volver a utilizar sus piernas. Le dieron el alta, pero no tenía capacidad motriz y sus piernas colgaban sin vida. Pasaba el tiempo y a pesar de los masajes que su madre le daba en sus piernecitas todos los días, fue infructuoso el resultado. Pero el niño había decidido que no quería pasar toda su vida de la cama a una silla de ruedas, decidió que tarde o temprano andaría y estaba dispuesto a poner todo su empeño en ello.

Cierta mañana, su madre le llevó al jardín y, él entonces se tiró de la silla de ruedas y cayendo al césped comenzó a arrastrarse hasta la verja de madera del jardín; y con un ímprobo esfuerzo consiguió subirse a la barandilla de madera que rodeaba su casa. Agarrado a cada poste de la barandilla fue avanzando unos cuantos metros y así todos los días avanzaba más y más, tanto que con sus pies colgando hizo un pequeño surco en el césped que rodeaba la barandilla. Poco a poco gracias a su determinación, esfuerzo y a las oraciones de su madre consiguió primero mantenerse de pie, después dar un paso y parar, luego tambaleándose consiguió dar varios pasos y así empezó a caminar hasta que finalmente pudo correr. Empezó a ir al colegio caminando y después lo hacía corriendo y se dio cuenta que le correr le gustaba, tanto así que en la universidad formó parte del equipo de carrera sobre pista.

Años después este joven nacido en Atlanta (Kansas) el 4 de agosto de 1909 ejemplo de constancia, que no le dieron la esperanza de sobrevivir, de caminar y mucho menos de correr, se llamaba Glenn Cunningham y llegó a ser considerado el atleta estadounidense más grande de todos los tiempos, apodado como “el Caballo de Hierro de Kansas”. Participó en los Juegos Olímpicos de 1932 y 1936. Consiguió el récord mundial de los 1500 metros en 1934, con lo cual debemos entender que si nosotros hacemos lo que podemos,  Dios hará lo que no podemos.

 

Decía Ian Thomas (1914-2007) ¡Si fuéramos capaces de aprender la absoluta simplicidad de permitirle a Dios hacer lo imposible!

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