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CONSTELACIÓN DE TAURO

CONSTELACIÓN DE TAURO Directamente encima del Tauro zodiacal está la vistosa figura de Auriga, el Cochero, símbolo de un fenómeno dinámico, la cualidad que la persona del Toro ha de desarrollar en contraposición a su natural conservadurismo. Por otra parte, el cochero ha de conducir con calma, paciencia, vigilante y guiando correctamente la dirección del vehículo, tal como la cabeza es movida por el cuello. Para la mitología griega Auriga fue un príncipe llamado Erictonio, inventor de la carroza tirada por cuatro caballos. La gran diosa Atenea había ayudado al príncipe en su invento y Erictonio la veneró cuando llegó a ser el rey de Atenas. Capella, una de las estrellas de Auriga y la quinta más brillante del cielo aumenta la belleza y esplendor de la constelación; al norte está Perseus, que representa el amor fiel y sacrificado. Al norte de Perseus se encuentra Cameleo Pardalis, el camello leopardo, es decir, la jirafa. Su gran cuello no cabe duda de que posee una analogía básica con la regencia que el signo del Toro posee sobre esta parte del cuerpo. El cuello es el sustento de las facultades superiores sitas en la cabeza, así como una columna mantiene el capitel. En el sur está Orión, el Cazador, uno de los más guapos y conquistadores jóvenes de la Grecia antigua. Su hermosa figura y sus aventuras amorosas le ocasionaron muchos problemas en su vida, en una ocasión quedó ciego por haber seducido a una princesa virgen.  Artemisa, la diosa de la caza, se apiadó de Orión y le devolvió la vista. Pero aún así él siguió con sus conquistas, incluso con la diosa Eos, la Aurora, quien todavía se sonroja cuando se levanta por la mañana al recordar su seducción. Aquí vemos lo excesivamente sensual que puede ser el signo del Toro. Molesto finalmente por las bravuconerías del joven cazador, el dios Apolo quiso escarmentarle, pues no sólo estaba siempre tratando de abusar de jóvenes vírgenes como las Pléyades, sino que se había alardeado de que él era el único capaz de liberar al mundo de todas las bestias y monstruos malignos. Tomando la idea de Orión, Apolo creó al enorme Escorpión, que le dio tanto miedo al alegre cazador que éste se tiró al mar de cabeza y, Artemisa vio cómo Orión aparecía y desaparecía, ahogándose en la superficie del agua; cuando ella preguntó a Apolo que quién era el infeliz, éste mintió y le dijo que era un villano llamado Condaón, a quien Artemisa odiaba. La diosa enseguida disparó una de sus flechas a Orión y lo mató. Artemisa, al saber después que era Orión en realidad, trató de devolverlo a la vida pero, al no conseguirlo, le colocó entre las estrellas tal como él acostumbraba ir: con un cinturón incrustado de piedras preciosas, una piel de león, su escudo y una espada o una maza. Y ahí quedó Orión, como una de las más bonitas y destacadas constelaciones, venerada por muchas culturas y situada junto a las Pléyades, a las que tanto persiguió pero que nunca pudo alcanzar. Orión es representativo de cierta psicología nefasta de Tauro: seducción, jactancia, pasión... Apolo no quedó contento con la muerte de Orión y su elevación a las estrellas, y puso a Escorpio en los cielos (en oposición a Orión). Después, para ridiculizar al grande y jactancioso cazador, Apolo colocó una dócil liebre en sus pies: la constelación Lepus, símbolo de la mansedumbre que ha de lograr el Toro. Así, con frecuencia los del signo del Toro caen presa de sus propios, así como poderosos, impulsos y pasiones.  El tortuoso río Eridanus nace cerca de los pies de Orión, siendo su cauce origen de caminos desviados y de alejamientos de la senda del sentido común. Más al sur está Caelum, el Cincel, símbolo escultórico artístico, con el que el Toro modela la materia bruta transformándola en belleza.

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