¿INDÍGENAS SALVAJES?
El día 7 de junio de 1494, mandó Cristóbal Colón celebrar misa en la plaza de un poblado, a la vista de cientos de indígenas que miraban con la misma curiosidad que nosotros observaríamos sus ritos. Cuando acabó la fiesta religiosa, se acercó un viejo cacique, ofreció al virrey por mano de sus huestes algunos frutos, y dijo después: He tenido referencias de cómo os habéis adueñado de estas tierras que te eran desconocidas, extendiendo tu poder en ellas, y que vuestra presencia a causado en los pueblos gran temor. Creo que es un noble deber mío advertiros que cuando las almas se separan del cuerpo, se abren ante ellas dos caminos: uno lleno de tinieblas y de tristeza, destinado a los que castigan y dañan a los hombres; otro feliz y lleno de alegrías, reservado a aquellos que durante su vida han procurado la paz entre las gentes. Acuérdate de que eres mortal y de que las recompensas futuras se miden por las obras de la vida presente, y estoy seguro de que en tu caminar por el mundo no procurarás nunca el daño de nadie.
Estas o parecidas sabias palabras fueron traducidas por el intérprete, las cuales dejaron pensativo a Colón. ¿Qué más cristianismo que aquel del viejo cacique? ¿Quién mejor que él parece haber escuchado a Jesús? Y el observador de la época que lo presencia, los juzga con esta expresión, que parece hoy una de las más avanzadas teorías sociales. “No hacen falta cercos ni fosos para guardar sus posesiones; dejan los jardines abiertos y no tienen ni leyes, ni jueces, ni libros, pero poseen el instinto de lo que es bueno y consideran malo e injusto todo aquello que pueda perjudicar a otro” (texto extraído de la biografía de Cristóbal Colón).Y yo digo: ¿cómo no dejar pensativo al que escuche estas palabras? ¿quién debía cristianizar a quién?
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