ENERGÍA REIKI
En los manuscritos hindúes más antiguos encontramos ya el concepto según el cual el universo manifiesto es emanación de una Realidad Última que lo impregna y lo llena de energía ininterrumpidamente y en todo lugar. Esta energía ha recibido diversos nombres según las diferentes culturas. PRANA para los hindúes, KA para los egipcios, CHI para los chinos, WAKAN para los Sioux, BARAKA para los sufís, FUERZA SANADORA DE LA NATURALEZA para Hipócrates (460 – 377 a. C., considerado padre de la medicina) y ESPÍRITU SANTO para los cristianos. Fue USUI, un monje cristiano japonés, profesor de teología en la Universidad de Tokio a finales del siglo pasado, quien le dio el nombre de REIKI. La sílaba REI expresa la energía universal ilimitada e inagotable, KI constituye una parte de esa energía, nuestra fuerza vital personal. Así REIKI significa la confluencia de la energía universal con nuestra fuerza vital personal. Se basa en la premisa de que existe una única energía que penetra en todas las cosas pertenecientes a cualquier reino (mineral, vegetal, animal o humano), cuanta mayor es la fuerza con la que fluye el REIKI en nuestro interior, mayor es nuestra armonía con las leyes universales en las que aprendemos a confiar cada vez con mayor consciencia. El Reiki nos devuelve a nuestro origen, favoreciendo ese sentimiento intuido por todos que nos empuja hacia la plenitud y el amor por todo lo que se encuentra a nuestro alrededor. De esta forma nos liberamos del miedo y los sentimientos de culpa, de la incertidumbre, del desánimo y la desesperación, de los reproches y los juicios fáciles y, sobre todo, de la enfermedad. Esta visión de orden superior considera la enfermedad como la alteración de nuestro vínculo con la energía vital universal, es decir, como un alejamiento del perfecto equilibrio de la ley. La propia definición dada por Usui, se basa en la premisa de que existe una única energía que penetra en todas las cosas, pertenezcan al reino mineral, vegetal, animal o humano y, que cada forma de vida está íntimamente unida al todo. Cada uno de nosotros tiene en función de su estructura personal, un grado de permeabilidad diferente respecto a esa forma energética que atraviesa e influye nuestro aspecto espiritual, psíquico, mental y físico. Todos estos aspectos de nuestro ser encuentran expresión en un sistema de energías distribuido en diferentes niveles de densidad que interaccionan entre sí. Este sistema está formado por el Aura, los Chakras (centros de energía) y los Nadi (canales de energía). El Aura es una emanación de nuestro cuerpo físico y está constituida por cuatro cuerpos energéticos: el cuerpo etéreo, el cuerpo astral, el cuerpo mental y el cuerpo espiritual. Cada uno de estos cuerpos tiene una función concreta y posee características propias de frecuencia, extensión, forma y luminosidad. El más cercano al cuerpo físico es el cuerpo etéreo que refleja las sensaciones y acumula energía vital para después restituir a través de los chakras y los poros de la piel aquella que hay en exceso. El cuerpo etéreo forma una barrera a nuestro alrededor que nos protege de los virus y bacterias que hay presente en el ambiente, razón por la cual recibe el nombre de “Aura de la salud). El cuerpo astral en cambio, se manifiestan los sentimientos, las emociones y los rasgos personales. Nuestros pensamientos, ideas, e intuiciones están representadas en el cuerpo mental, cuya frecuencia de vibración es superior a la de los cuerpos etéreo y astral. La máxima frecuencia de vibración se produce en el cuerpo espiritual donde se encuentran no sólo las vibraciones del pensamiento sino también las del propio ser; aquí el individuo halla la realidad y, con esta consciencia, conquista la plena libertad de su ser.
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