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¡Despierta!

MENSAJE

MENSAJE

Un rey le dijo a los sabios de la corte: quiero fabricar un anillo con un diamante que contenga un mensaje oculto que me ayude en los momentos de desesperación, no sólo a mí, sino también a mis herederos y a los herederos de mis herederos. Deberá ser un mensaje pequeño para que quepa debajo del diamante, pero claro y conciso. Los sabios pensaron en grandes frases, pero ninguna cabía dentro del hueco del diamante, recurrieron a otros sabios para que les ayudaran pero no daban con la frase precisa. Desesperados le dijeron al rey que una frase que con tan pocas palabras contenga un mensaje como el que él quería era casi imposible. Pero el rey no se conformó y siguió preguntando a todos los que conocía, de repente recordó que en palacio vivía un anciano sirviente que había dedicado los mejores años de su vida a la familia del rey por lo cual éste le tenía un gran afecto, le llamó y le expuso su deseo. El anciano le dijo: no soy un sabio ni un erudito pero sé cual es el mensaje que debe estar en el anillo. En cierta ocasión tuve oportunidad de servir a un místico invitado de tu padre, cuando se marchó en agradecimiento por mis servicios me dio este mensaje – el anciano lo escribió en un diminuto papel, lo dobló y se lo dio al rey- no lo leas ahora, mantenlo escondido en el anillo y, sólo cuando todo lo demás haya fracasado, cuando no encuentres ninguna salida a la situación deberás leerlo.

 

No pasó demasiado tiempo antes de que llegara la ocasión; el país fue invadido por sus enemigos y el rey tuvo que huir para salvar su vida. En la huída, desesperado por el acoso de sus perseguidores llegó a un camino sin salida y sin posibilidad de volver atrás por los numerosos enemigos que se acercaban. De pronto, recordó la frase que metió en el anillo, lo abrió, sacó el papel y se encontró un pequeño pero valioso mensaje: “esto también pasará”. Mientras lo leía notó que un gran silencio se cernía sobre él, sus enemigos debieron perderse o equivocado de camino porque al mirar hacia atrás no había nadie.

El rey se sintió profundamente agradecido al sirviente y al místico desconocido por el mensaje, dobló el papel y de nuevo lo guardó en el anillo. Al tiempo volvió a reunir a su ejercito y reconquistó su reino. Se sentía feliz y orgulloso de sí mismo el día que entró victorioso de nuevo en su reino, se vanagloriaba de su éxito en la gran fiesta de la celebración de su victoria, estaba henchido de felicidad. El anciano se acercó al rey y le dijo:

Este momento también es adecuado para leer el mensaje del anillo.

¿qué quieres decir? Ahora estoy victorioso, la gente celebra mi vuelta, no estoy desesperado, no me encuentro en una situación sin salida.

Escucha, le dijo el anciano, este mensaje no es sólo para momentos desesperados, también es para momentos de felicidad, no es sólo para cuando te sientas derrotado, también es para cuando te sientas victorioso, no es sólo para cuando seas el último, sino también para cuando seas el primero.

El rey abrió y leyó de nuevo el mensaje “esto también pasará” y, de nuevo sintió la misma paz, el mismo silencio a pesar de estar entre una multitud de personas bailando y cantando. Su orgullo y su ego habían desaparecido, el rey entonces comprendió de verdad el mensaje.

Entonces el anciano le dijo:

Recuerda que todo pasa, ninguna cosa ni ninguna emoción es permanente, tal como tras el día llega la noche, hay momentos de alegría y de tristeza; debes aceptarlos como parte de la dualidad de la naturaleza, porque son la naturaleza misma de las cosas.

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