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¡Despierta!

EL EMBARGO

EL EMBARGO

Señor juez, pase usted más alante

y que entren todos esos.

No le dé a usted ansia,

no le dé a usted miedo...

Si venís anteayer a apenarla,

os tumbo a la puerta. ¡Pero ya se ha muerto!

 

Embargar, embargar los avíos,

que aquí no hay dinero;

Lo he gastao en comida pa ella

y en boticas que no le sirvieron;

y eso que me quea,

porque no me dio tiempo a venderlo,

ya me está sobrando,

ya me está jediendo.

 

Embargar ese sacho de pico,

y esas hoces clavás en el suelo,

y esa segureja

y ese cacho de liendro...

¡Herramientas que no quede ni una!

¿ya pa qué las quiero?

 

Si tuvia que ganarlo pa ella,

¡cualquiera me quitaba a mí eso!

Pero ya no quiero ver ese saco,

ni esas hoces clavás en el suelo,

ni esa segureja,

ni ese cacho de liendro...

 

¡Pero a ver, señor juez: cuidaíto,

si alguno de esos osa tocarle a esa cama

ondi ella se ha muerto;

la camita donde yo la he querío

cuando ambos estábamos güenos,

la camita donde yo la he cuidao,

la camita donde estuvo su cuerpo

cuatro meses vivo

y una noche muerto!...

 

señor juez: que ninguno sea osao

de tocarle a esa cama ni un pelo,

porque aquí lo jinco

delante de usted mesmo.

 

Lleváoslo todo,

todo, menos eso,

que esas mantas tienen sudor de su cuerpo...

¡y me güelen, me güelen  a ella

cada vez que las güelo!

José María Gabriel y Galán (1870-1905)

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