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¡Despierta!

MEDICINA ALTERNATIVA

EDWARD BACH

EDWARD BACH

Edward Bach nació el 24 de septiembre de 1886, en Moseley, un pueblo a cinco kilómetros de Birmingham, Inglaterra.

Concentrado en sus descubrimientos, Bach apenas consideraba su propia salud. Ya en 1914, al estallar la Primera Guerra Mundial, fue declarado inútil para el servicio militar a causa de sus malas condiciones físicas. No obstante, se le confió la responsabilidad de las cuatrocientas camas del Hospital de la Universidad en la que se había licenciado. En julio de 1917, Edward tuvo que ser operado de urgencia, y el diagnóstico fue atroz: tumor con metástasis. Le diagnosticaron tres meses de vida. Fue un golpe terrible ya que creía, estar destinado a llevar a término una tarea capital, pero ahora no podría realizarla, y así cayó en una profunda depresión, sin embargo, esta postración duró poco porque Bach reaccionó y decidió que si tenía que desaparecer, era preciso que dejase detrás de él el mayor trabajo realizado. Pasando la mayor parte del tiempo en el laboratorio, sus experimentos lo absorbieron completamente. Y un buen día Bach se dio cuenta de que a pesar de haber transcurrido los tres meses prefijados, seguía con vida. Los médicos que lo asistían no daban crédito a sus ojos: ¡la enfermedad retrocedía!

Así fue cómo Bach comprendió que un gran amor, una pasión, un objetivo en la vida eran factores decisivos ante los cuales incluso la Muerte pierde todo poder. Mucho más tarde, esta intuición tuvo un encuentro en la práctica médica. Todas las flores que había aprendido a usar con fines terapéuticos tenían una característica común: la de restituir energía al cuerpo y la mente. De esta manera, recobraba el paciente la voluntad de vivir y, gracias a esto, lograba curarse. Con respecto a esto Bach dijo: “No existe una verdadera curación... sin la paz del alma y sin una sensación de júbilo interno". Buscó la causa de las enfermedades en las bacterias, en la alimentación, en las actitudes psicológicas de los pacientes, pero interiormente sabía ya la respuesta que más tarde le confirmaría la experiencia: en la base de toda enfermedad hay un estado de ánimo negativo. Partiendo, pues, del estado de ánimo es preciso curar al paciente.

Respecto a las vacunas, Bach no estaba demasiado satisfecho: curaban efectivamente a muchas personas pero a otras no. Y en algunos casos, se reproducía la enfermedad. Entonces, buscó nuevos remedios entre las plantas y las hierbas de la naturaleza. ¡Debía de haber algo para los que no reaccionaban satisfactoriamente a los nosodes! Así descubrió que algunas plantas aportaban los mismos beneficios de las bacterias, y con la esperanza de hacerlas más eficaces, empezó a reelaborar las vacunas, reemplazando los siete grupos de bacterias por otras tantas plantas. Todos sus momentos libres los pasaba en el campo en busca de aquéllas. Mientras tanto, había iniciado un estudio metódico del ánimo humano; Bach anotaba de cada paciente el estado de ánimo, las reacciones a la enfermedad, las costumbres y los diversos cambios. De este modo, con los remedios que tenía a su disposición, empezó a curar también los estados de ánimo, y los resultados fueron alentadores porque comprendió que, como había sucedido ya unos años antes, mejorando el estado de ánimo de un paciente se favorecía su curación.

A los cuarenta y tres años inició así una nueva vida. Se estableció en un poblado de Gales y volvió a dar largas caminatas por los prados y los bosques, siempre en busca de las flores que podían serle de utilidad. Metódicamente, se sentaba durante horas al lado de una planta y la observaba hasta que conocía todas sus características. Algo le decía que las flores anheladas eran las más sencillas y modestas.

La fitoterapia (tratamiento de las enfermedades mediante plantas) no era ninguna novedad, pues desde siglos atrás se curaban los seres humanos con hierbas. Pero Bach estaba convencido de que las flores eran mucho más eficaces que las hierbas, ya que contienen toda la energía de la planta en que brotan. Sospechaba, además, que algunas flores no se limitaban a intervenir en el funcionamiento de un órgano o sobre el órgano enfermo, sino que trabajaban a un nivel más sutil y profundo, cambiando el estado psicológico negativo de la persona, o sea el terreno sobre el cual se implantaba la enfermedad. A finales de los años 30, Bach ya había descubierto nuevas flores e identificado doce estados de ánimo negativos fundamentales que era necesario reequilibrar. Esos doce estados de ánimo eran:

Miedo, terror, tormento mental, indecisión, indiferencia o aburrimiento, duda o desaliento, intromisión, debilidad, desconfianza en uno mismo, impaciencia, excesivo entusiasmo y soledad. Faltaban tres flores para curar todos los estados de ánimo individualizados por Bach, y las descubrió entre los años 1931-32. Ahora ya tenía a su disposición doce remedios base, esenciales para la curación de otros tantos estados de ánimo, a los que denominó los doce curadores Eran los siguientes:

Heliantemo para combatir el terror. Mímulo para el temor o miedo. Ceratostigma para las dudas sobre uno mismo. Scleranthus para la indecisión. Genciana para el desaliento. Centaura para la debilidad o flaqueza. Violeta de agua para la soledad. Impaciencia para la impaciencia. Agrimonia para los tormentos mentales. Achicoria para la intromisión. Verbena para el entusiasmo excesivo y Clemátide para la indiferencia.

A partir de entonces, Bach empezó, no sólo a curar, sino a divulgar los resultados positivos obtenidos con su nueva terapia. Entre los años 1929-1934, aparte de los artículos para los adeptos a sus trabajos, escribió dos pequeñas obras que obtuvieron un éxito resonante e inmediato: Heal Thyself (Cúrese usted mismo) y The Twelve Healers and Other Remedies (Los doce curadores y otros remedios), cuyo contenido ya había anticipado en parte en otro volumen: Free Thyself.

 El 27 de noviembre de 1936 se acostó y falleció mientras dormía. Tenía cincuenta años. Según la medicina oficial habría debido morir en 1917.

FLORES DE BACH

FLORES DE BACH

Este es un resumen de cómo Edward Bach descubrió los benéficos efectos de las flores, partiendo de su creencia en que había que tratar al enfermo y no a la enfermedad.

Edward Bach nació el 24 de setiembre de 1886, en Moseley, un pueblo a cinco kilómetros de Birmingham, Inglaterra. Creció en una campiña que fue determinante para la formación de su carácter y la elección que debía efectuar de adulto. Era un enamorado de la naturaleza, antes que jugar con sus amigos él prefería aislarse y pasear por las orillas del río, permaneciendo durante horas contemplando la corriente de sus aguas. Para él, todas las cosas tenían un alma: las plantas, los pájaros, las hierbas, los troncos de los árboles. Todo parecía hablarle en un lenguaje sutil y misterioso, que sólo él podía entender. Se sentía tan próximo a todo lo creado que cualquier ser suscitaba en él una profunda compasión. A los seis años decidió: “seré médico", lejos de ser una simple frase, un sueño infantil, fue una decisión que condicionó toda su vida. Bach soñaba con una medicina formada por curas sencillas, en lugar de los métodos de la medicina tradicional, de cualquier manera su carrera de medicina la cursó en la universidad de Birmingham y después prácticas en el Hospital Escuela de la Universidad de Londres, donde se licenció en 1912.

Bach destacó y ascendió rápidamente, pero las desilusiones llegarían a ser mayores que las satisfacciones; con su enorme sensibilidad, Bach no tardó en darse cuenta de que la práctica médica era mecánica y despersonalizada ya que sus compañeros se centraban en las enfermedades, en los síntomas, en las curaciones, pero a menudo ni siquiera recordaban el nombre del paciente ni tenían en cuenta ni la personalidad ni las necesidades emocionales de aquellos. Bach llegó a la conclusión que cada ser humano es en sí un mundo aparte, y que lo que había que curar era al enfermo y no a la enfermedad. Por este motivo, unas medicinas eran eficaces para ciertos pacientes pero inútiles para otros. Bach abandonó la unidad de cirugía del Hospital Escuela y se dedicó a la investigación bacteriológica. El resultado fue alentador, descubrió que en el estómago de algunos enfermos crónicos habitaban unas bacterias particulares, totalmente ausentes o presentes en cantidades mínimas en el estómago de las personas sanas. Con estas bacterias, Bach preparó una vacuna que inyectó a algunos pacientes. Curaron todos y hasta desaparecieron los trastornos más difíciles de eliminar, como los dolores de artrosis y reumatismo. A este descubrimiento siguieron otros. Sobre el problema de la dosificación y el ritmo a que debían administrarse tales vacunas, Bach trabajó toda su vida. El estudio de las vacunas iba dando óptimos resultados, pero Bach no se hallaba demasiado satisfecho ya que algunos enfermos no respondían al tratamiento. Su encuentro con la homeopatía llegó al leer casualmente el Organon de Samuel Hahnemann, fundador de la homeopatía, quedó aturdido: un siglo antes Hahnemann había descubierto la relación existente entre las enfermedades crónicas y la toxemia intestinal. Pero a diferencia de Bach, Hahnemann no curaba las enfermedades con los gérmenes, sino con hierbas, plantas y musgos. También usaba veneno y metales, aunque en cantidades infinitesimales y, sobre todo había un aspecto común entre los dos, tanto Hahnemann como Bach opinaban que era necesario tratar al paciente y no a la enfermedad.

Bach se entusiasmó: si lograba combinar el descubrimiento de Hahnemann con los propios, los beneficios serían inmensos. Gracias a la homeopatía, Bach consiguió preparar nuevas vacunas que no era ya necesario administrar por vía sanguínea sino oralmente. Estas vacunas, llamadas “nosodes", resolvieron con éxito centenares de casos de enfermedades crónicas.

Pero Bach aún no estaba satisfecho, dividió a las bacterias responsables de las enfermedades crónicas en siete grupos y empezó a analizar las características comunes de las personas que necesitaban la misma vacuna. De ahí derivaron siete tipos psicológicos, siete perfiles humanos distintos. De esta manera, Bach inició los interrogantes de si a cada enfermedad correspondía un determinado estado de ánimo, uno de los siete tipos psicológicos que había individualizado. Era una idea revolucionaria, pero Edward Bach aún se formuló otra pregunta: ¿Y si fuese al revés? ¿Si fuese el estado de ánimo el que provoca la enfermedad?

Por el momento era una hipótesis fantástica. Bach se la guardó para sí pero continuó trabajando en ella, mientras el mundo de la medicina, aunque sin gran entusiasmo, concedía cierto interés a sus vacunas. “Los siete nosodes de Bach", como los llamaron, se utilizaron en Inglaterra, Norteamérica y Alemania, y no sólo en la medicina homeopática sino también en la alopática. Los años siguientes fueron ricos en descubrimientos. Bach decidió profundizar en sus estudios, sobre todo en el aspecto psicológico de las enfermedades, y abandonó el hospital de la Universidad, prosiguiendo sus trabajos en el Hospital Homeopático de Londres.

Un día de septiembre de 1928, como obedeciendo a un impulso, Bach se desplazó de improviso a Gales, y reanudó sus largos viajes por la campiña de sus antepasados. Entre otras, cogió dos flores: el mímulo amarillo y la impaciencia, con las cuales preparó nosodes según el mismo método que había utilizado cuando usó las bacterias. La misma intuición que lo había guiado cuando eligió las dos flores también lo guió en la prescripción. Para decidir a qué pacientes debía administrar esos remedios, Bach se dejó llevar por la semejanza entre las flores y los individuos. De esta manera administró el mímulo, flor de aspecto tímida y asustadiza, a un paciente que padecía de pequeños temores. Y la impaciencia, una flor de gran nerviosidad que proyecta sus semillas a varios metros de distancia, la aplicó a un individuo de modales más bien rudos y ásperos. Los resultados fueron inmediatos. Muy satisfecho, Bach empezó a curar a sus pacientes con ambas flores, a las que añadió una tercera, la clemátide. Pero la nueva terapia sólo resultaba eficaz con aquellos pacientes que poseían unas características comunes a las flores que les curaba.

Bach, entonces, decidió dedicarse por completo a la búsqueda de otras flores que tuvieran la misma eficacia terapéutica que las que ya había encontrado. Estaba totalmente convencido de poder sustituir todo lo que obtenía de las bacterias por esencias simples extraídas de las flores.

 

 

CINCO PRECEPTOS

CINCO PRECEPTOS

Estos son los Cinco Preceptos Espirituales basados en un escrito del Emperador japonés Meiji que el doctor Mikao Usui añadió a Reiki.

Sólo por hoy no te enfades

Sólo por hoy no te preocupes

Da las gracias por las bendiciones en tu vida

Trabaja honestamente

Se amable

“El Universo te dará lo que necesites, pero no siempre será lo que quieras”

EL CUERPO GRITA LO QUE LA BOCA CALLA

EL CUERPO GRITA LO QUE LA BOCA CALLA

No puedo estar más de acuerdo con esta interesante reflexión  de Nelson Torres, Doctor en Psiquiatría (UCV) y experto en PNIL (Psico-neuro-inmunolinguistica)

“EL CUERPO GRITA LO QUE LA BOCA CALLA”  La enfermedad es un conflicto entre la personalidad y el alma.


Muchas veces...
El resfriado "chorrea" cuando el cuerpo no llora.
El dolor de garganta tapona cuando no es posible comunicar las aflicciones.
El estomago arde cuando las rabias no consiguen salir.
La diabetes invade cuando la soledad duele.
El cuerpo engorda cuando la insatisfacción aprieta.
El dolor de cabeza deprime cuando las dudas aumentan.
El corazón afloja cuando el sentido de la vida parece terminar.
La alergia aparece cuando el perfeccionismo está intolerante.
Las uñas se quiebran cuando las defensas están amenazadas

El pecho aprieta cuando el orgullo esclaviza.
La presión sube cuando el miedo aprisiona.
Las neurosis paralizan cuando el niño interior tiraniza.
La fiebre calienta cuando las defensas explotan las fronteras de la inmunidad.
Las rodillas duelen cuando tu orgullo no se doblega.
El cáncer mata cuando te cansas de “vivir”.


¿Y tus dolores callados? ¿Cómo hablan en tu cuerpo? La enfermedad te avisa que estás equivocado de camino.

 

Y yo digo: el conflicto es la expresión de una falta de armonía o equilibrio en nosotros, aunque bien es cierto que muchas veces no está en nuestra mano el evitarlo porque en algunos casos, lo ocasionan los demás, sin embargo, en otros está en nosotros el evitarlos o no aceptarlos. Probablemente la persona que prefiere continuar viviendo en constante conflicto, lo que busca realmente es atención, protagonismo, dar lástima etc. Son personas que tienen un trabajo a realizar en ellas mismas y sincerarse para saber qué es lo que les ocurre realmente. Lo que parece claro es que ese descontento tiene un significado y en la mayoría de las ocasiones, sólo está en su mano el solucionarlo, no en la de los demás. El peligro de contraer una enfermedad es mucho mayor cuando las fuerzas vitales son escasas, cuando emocionalmente estamos descontentos que cuando nos sentimos fuertes y felices. Y como por ahora, aún no tenemos a mano una panacea (Panacea es el nombre dado por los alquimistas a ciertos medicamentos a los que atribuían la virtud de curar todas las enfermedades. En la mitología griega Panacea era el nombre de una de las hijas de Esculapio, dios de la medicina),  piensa en esto: Si lo que estás haciendo no funciona, no te hace feliz: para, piensa, analiza y decide actuar de otra manera, continuar actuando del mismo modo y esperar resultados diferentes es absurdo.

 

Tampoco estaría de más meditar sobre este aforismo: No pidas a Dios una carga ligera para tus hombros; pídele unos hombros fuertes para soportar la carga.

ENERGÍA REIKI

ENERGÍA REIKI En los manuscritos hindúes más antiguos encontramos ya el concepto según el cual el universo manifiesto es emanación de una Realidad Última que lo impregna y lo llena de energía ininterrumpidamente y en todo lugar. Esta energía ha recibido diversos nombres según las diferentes culturas. PRANA para los hindúes, KA para los egipcios, CHI para los chinos, WAKAN para los Sioux, BARAKA para los sufís, FUERZA SANADORA DE LA NATURALEZA para Hipócrates (460 – 377 a. C., considerado padre de la medicina) y ESPÍRITU SANTO para los cristianos. Fue USUI, un monje cristiano japonés, profesor de teología en la Universidad de Tokio a finales del siglo pasado, quien le dio el nombre de REIKI. La sílaba REI expresa la energía universal ilimitada e inagotable, KI constituye una parte de esa energía, nuestra fuerza vital personal. Así REIKI significa la confluencia de la energía universal con nuestra fuerza vital personal. Se basa en la premisa de que existe una única energía que penetra en todas las cosas pertenecientes a cualquier reino (mineral, vegetal, animal o humano), cuanta mayor es la fuerza con la que fluye el REIKI en nuestro interior, mayor es nuestra armonía con las leyes universales en las que aprendemos a confiar cada vez con mayor consciencia. El Reiki nos devuelve a nuestro origen, favoreciendo ese sentimiento intuido por todos que nos empuja hacia la plenitud y el amor por todo lo que se encuentra a nuestro alrededor. De esta forma nos liberamos del miedo y los sentimientos de culpa, de la incertidumbre, del desánimo y la desesperación, de los reproches y los juicios fáciles y, sobre todo, de la enfermedad. Esta visión de orden superior considera la enfermedad como la alteración de nuestro vínculo con la energía vital universal, es decir, como un alejamiento del perfecto equilibrio de la ley. La propia definición dada por Usui, se basa en la premisa de que existe una única energía que penetra en todas las cosas, pertenezcan al reino mineral, vegetal, animal o humano y, que cada forma de vida está íntimamente unida al todo. Cada uno de nosotros tiene en función de su estructura personal, un grado de permeabilidad diferente respecto a esa forma energética que atraviesa e influye nuestro aspecto espiritual, psíquico, mental y físico. Todos estos aspectos de nuestro ser encuentran expresión en un sistema de energías distribuido en diferentes niveles de densidad que interaccionan entre sí. Este sistema está formado por el Aura, los Chakras (centros de energía) y los Nadi (canales de energía). El Aura es una emanación de nuestro cuerpo físico y está constituida por cuatro cuerpos energéticos: el cuerpo etéreo, el cuerpo astral, el cuerpo mental y el cuerpo espiritual. Cada uno de estos cuerpos tiene una función concreta y posee características propias de frecuencia, extensión, forma y luminosidad. El más cercano al cuerpo físico es el cuerpo etéreo que refleja las sensaciones y acumula energía vital para después restituir a través de los chakras y los poros de la piel aquella que hay en exceso. El cuerpo etéreo forma una barrera a nuestro alrededor que nos protege de los virus y bacterias que hay presente en el ambiente, razón por la cual recibe el nombre de “Aura de la salud). El cuerpo astral en cambio, se manifiestan los sentimientos, las emociones y los rasgos personales. Nuestros pensamientos, ideas, e intuiciones están representadas en el cuerpo mental, cuya frecuencia de vibración es superior a la de los cuerpos etéreo y astral. La máxima frecuencia de vibración se produce en el cuerpo espiritual donde se encuentran no sólo las vibraciones del pensamiento sino también las del propio ser; aquí el individuo halla la realidad y, con esta consciencia, conquista la plena libertad de su ser.  

MANDALA

MANDALA

Mandala procede del sánscrito y significa círculo sagrado o mágico. En todas las culturas humanas encontramos el mandala bajo muchas variantes. Tres principios ordenadores disponen la estructura de un mandala: el punto central, la irradiación desde el centro y la delimitación externa del círculo. El punto central es el misterioso núcleo espiritual energético, el ámbito en que nace toda existencia en espacio y tiempo. Todo mandala está concentrado en el núcleo, del que todo movimiento parte y al que todo conduce; el centro aparece como principio y fin de todos los caminos posibles. “Si quieres comprender el punto, explora el círculo”. El meditador contempla el mandala y concentra su espíritu, se hace consciente en la proyección sobre la imagen de sus propias fuerzas cognitivas anímico-espirituales. Contempla las relaciones de su compleja existencia multidimensional, la simultaneidad del devenir y el perecer y la Unidad inconmovible de todo Ser. Si la existencia nos ha conmocionado, si nuestra vida ha caído en el desorden, o nos vemos expuestos a circunstancias caóticas, vivimos enfermedades o desarmonías humanas o profesionales, es señal que se nos exhorta así a que nos transformemos y emprendamos nuevos caminos de integración. Entonces pueden aparecer en sueños mandalas curativos, restauradores de la totalidad, que podemos entender como formas de exteriorización de los esfuerzos autocurativos de nuestro organismo psicofísico. El Misterio de los Mandalas, Heita Copony). El mandala constituye una representación del universo y el orador ha de introducirse, concentrándose de forma paulatina en cada uno de sus estados y absorbiendo la lógica de su forma, de fuera hacia dentro. Existen numerosas reproducciones pictóricas e iconográficas de mandalas, desde pergaminos polícromos hasta el enorme monumento o piedra gigante de Borobudur (Java), pasando por las increíbles pinturas de arena del budismo tibetano. Una muy buena forma de relajación es colorear el gráfico de un mandala, pruébalo.

MEDITACIÓN

MEDITACIÓN En una vida tan acelerada como la que llevamos, bien nos convendría hacer una pausa y meditar. No sólo sobre nuestros propios actos, sino para llegar a un estado más espiritual y placentero ya que la meditación nos ofrece infinitas posibilidades para mejorar nuestras vidas, tanto, que muchos se sorprenderían del resultado. Está al alcance de todos, aunque bien es cierto que como todo en la vida con la práctica llega la perfección.  Durante la meditación el pensamiento se separa de la percepción, de esta forma la persona puede permanecer apartada de sus emociones. Según sus defensores, la meditación vuelve a los participantes más conscientes de Dios y más cercanos a las cualidades divinas de la vida. Se ha venido practicando durante siglos y es una parte vital de muchas religiones orientales, asiáticas e indias; los budistas emplean la meditación para purificar la mente y conseguir la interiorización. Buda dijo: “Eres lo que piensas, habiéndote convertido en lo que pensaste”. En la meditación es muy importante la visualización, es decir, el uso de la imaginación para crear imágenes de situaciones y condiciones deseadas. Con cualquier técnica de visualización, cuanto más poderosa y completa es la imagen, más grande será la respuesta. Establece claros vínculos con los sueños y deseos, lo cual permite una relajación y control de los síntomas físicos de la enfermedad. En resumen, si uno piensa que se siente bien, se encuentra mejor. Al intentar visualizar cómo es nuestro cuerpo por dentro, podemos tratar de sobreponernos a algunas enfermedades físicas. Está demostrado que cuando una persona mantiene constantemente pensamientos negativos, crea en sí condiciones psicológicas y fisiológicas que favorecen la aparición de enfermedades mentales y físicas. Para estar sano físicamente, primero tenemos que estarlo mentalmente; si nuestros pensamientos están desordenados, si nuestra espiritualidad es ignorada o se emplea mal, se manifestará  en nuestra parte física.  La meditación  nos aporta bienestar, calma, paz interior, tranquilidad e, incluso podemos encontrar en este estado la solución a muchos de nuestros problemas. Como en cualquier campo, la práctica será la que nos ayude a dominar esta técnica. Cuando se empieza a practicar la meditación muchas personas dicen no poder lograrlo, o que no sienten nada o al contrario que ha sido una experiencia tranquilizadora; esto dependerá de cada uno. Si decides intentarlo, sobre todo al principio, procura hacer que el ambiente sea agradable, si es posible sin interrupciones y con una música apropiada. Empieza manteniendo una respiración lenta y profunda, prepárate para parar tus pensamientos, dejar tus músculos distendidos, sentir que la calma te invade.  Inténtalo, vale la pena.  

CÓMO MEDITAR

CÓMO MEDITAR Si aprendes a meditar, sólo con hacerlo, como poco, conseguirás momentos de paz y tranquilidad, además de resolver algunos de tus problemas. Mientras  más practiques la meditación,  mientras más profundamente penetres dentro de ti, más firme será tu dominio de una clase de paz interior que nada en el mundo logrará quebrantarla. El cerebro es como un archivo en el cual se han almacenado conocimientos desde que el primer ser humano pisó la tierra y funcionaba en un nivel primitivo. Esta información ha sido transmitida en múltiples formas incluyendo la transmisión genética. La ciencia ha establecido que las pulsaciones eléctricas que el cerebro genera son las más altas en el estado de vigilia, mientras que en el sueño profundo son mucho más lentas. Han clasificado estas pulsaciones de mayor a menor frecuencia: Beta, Alfa, Theta y Delta. El método de José Silva sobre Control Mental nos enseña de una manera sencilla, cómo hacerlo, dice así: Antes de comenzar, pon una alarma para que suene algunos minutos más tarde por si acaso te quedaras dormido durante el ejercicio. Cierra los ojos y dirígelos hacia arriba, detrás de los párpados en un ángulo de 20 grados. Por razones que todavía no se comprenden cabalmente, tan solo esta posición de los ojos basta para inducir al cerebro a producir el nivel Alfa. Ahora, lentamente, a intervalos de dos segundos aproximada­mente, cuenta en forma regresiva del cien al uno. Al hacerlo, concentra tu mente en contar, y te encontrarás a nivel Alfa en el primer intento. Cuando despertamos por la mañana, con frecuencia estamos a nivel Alfa durante un tiempo. Para pasar de Theta, nivel del sueño, a Beta, el nivel de la vigilia, es preciso pasar por Alfa, con frecuencia nos detene­mos Alfa durante unos momentos antes de despertarnos totalmente. No importa si sientes que durante la primera vez no sucede nada. Si es así, simplemente relájate, y realiza los ejercicios sin más. A pesar del hecho de que, si te concentras, te encontrarás a nivel Alfa en el primer intento, todavía necesitarás siete sema­nas de práctica para entrar a niveles más profundos de Alfa, y pasar después a Theta. Usa el método de contar de 100 al uno a lo largo de siete mañanas. Después cuenta únicamente del cincuenta al uno, luego veinticinco al uno, después del 10 al uno y finalmente del cinco al uno siete mañanas en cada caso. Desde la primera ocasión en la que entres a nivel Alfa, usa tan solo un método para salir de él. Esto te proporcionará un mayor grado de control para evitar una salida espontánea. El método que se emplea en Control Mental consiste en decir mentalmente: "Saldré lentamente mientras cuento del uno al cinco, y me sentiré completamente despierto y mejor que antes. Uno ... dos ... prepárate para abrir los ojos ... tres ... cuatro ... cinco ... ojos abiertos, completamente despierto y sintiéndome mejor que antes." Así pues, establecerás dos rutinas, una para entrar a nivel y la otra para salir de él.  Una vez que hayas aprendido a alcanzar tu nivel con el método de contar del cinco al uno por la mañana, estarás preparado para entrar a nivel en cualquier momento del día, a la hora que elijas. Necesitarás un poco más de entrenamiento adicional, en virtud de que estarás entrando a nivel desde Beta, en lugar de estar en el nivel ligero de Alfa que hay al despertar. Siéntate en una silla confortable o en una cama con los pies en el suelo. Deja que tus manos caigan sobre tu re­gazo. Si lo prefieres siéntate con las piernas cruzadas, en la posición de la flor de loto. Mantén tu cabeza, bien erguida, no hundida. Ahora concéntrate en relajar tu cuerpo de forma consciente, poco a poco, primero en una parte del cuerpo, y después en otra. Comienza relajando el pie izquierdo, después la pierna izquierda, después el pie derecho, y así sucesivamente, hasta que llegues a la garganta, el rostro, los ojos y finalmente el cuero cabelludo. Ahora elige un punto localizado arriba del nivel de los ojos, en el techo o en la pared que quede frente a ti. Fija la vista en este punto hasta que tus párpados empiecen a sentirse un poco pesados, deja que se cierren. Empieza la cuenta regresiva del cincuenta al uno. Haz esto a lo largo de siete días, después cuenta del diez al uno durante otros siete días, después cuenta del cinco al uno de ahí en adelante. Como ya no estarás limitado a las mañanas para llevar al cabo esta práctica, establece una rutina para meditar dos o tres veces al día, y dedica aproximadamente quince minutos a cada sesión. Si tienes ocasión, haz el curso completo de Control Mental, te será muy útil.    

CHAKRAS

CHAKRAS

Existen además de la medicina tradicional, otras filosofías sobre la forma de sanar; algunas de ellas han conseguido ser aceptadas por parte de la sociedad y algunos médicos convencionales, pero para otras existe aún cierto recelo en su aceptación. En esta ocasión hago un breve resumen sobre los CHAKRAS.

Según la filosofía oriental los chakras son centros neurálgicos o puntos de energía espiritual situados en el cuerpo astral y que tienen correlación en el centro de la médula espinal y en los plexos nerviosos del cuerpo humano, creen que las enfermedades, sufrimientos y conflictos humanos se deben a desequilibrios o dislocaciones en el funcionamiento de los Chakras. Este sistema está formado por el Aura (campo electromagnético que resulta del hecho de que el hombre es una fusión de tres energías mayores, la primera está ligada al cuerpo físico, la segunda a su vitalidad y la tercera a su alma), los Chakras (centros de energía)  y los Nadi (canales de energía)  Originalmente los chakras se vinculaban a una divinidad femenina llamada KUNDALINI, descrita como una serpiente que duerme, enrollada tres vueltas y media alrededor del primer chakra. El nombre procede de la palabra Kundala que significa "enroscada". En la tradición tibetana e hindú, esta diosa despierta y comienza a subir, chakra por chakra, hasta alcanzar la corona en la cima del cráneo. Al atravesar cada chakra produce el despertar de la zona o plano correspondiente y cuando la travesía ha concluido se dice que el individuo ha alcanzado la iluminación completa.

 

El primer chakra (MULADHARA) (La Tierra) se encuentra en el perineo, y se relaciona con el aparato reproductor; su color es rojo y su nota es DO.

El segundo chakra (SWADHISTANA) (El Agua) se encuentra al final de la columna vertebral, en el sacro y se conecta con los riñones y la vejiga; su color es naranja y su nota es RE.

El tercer chakra (MANIPURAKA) (El Fuego) se encuentra en la columna vertebral a la altura del ombligo, en la cintura y se conecta con el estómago, el hígado y la vesícula biliar; su color es amarillo y su nota es MI.

El cuarto chakra (ANAHATA) (El Aire) se encuentra en la columna vertebral al nivel de la parte inferior de los omóplatos y se conecta con el corazón, la sangre y el sistema circulatorio; su color es verde y su nota es FA.

El quinto chakra (VISUDHA) (El Éter y El Sonido) se encuentra en la columna vertebral, debajo de la séptima cervical y se conecta con el aparato bronquial y vocal y los pulmones; su color es azul y su nota es SOL.

El sexto chakra (AJNA) (El Pensamiento) se encuentra en medio de la frente (se le conoce como el tercer ojo) y se conecta con el cerebro inferior, los ojos, las orejas y la nariz; su color es añil y su nota es LA.

El séptimo chakra (SAHASRARA) (La Conciencia) se encuentra en la parte superior de la cabeza y se conecta con el cerebro superior; su color es violeta y su nota es SI.